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Siempre me ha gustado escribir. De peque lo hacía, a veces rescato cosas y me sorprendo, disfruto leyendo, alucino con las historias, cuánta imaginación. Luego lo dejé, como muchas de nosotras. No recuerdo exactamente cuándo. Sí sé que, una vez, los profes censuraron uno de mis escritos para las exposiciones del cole, le dijeron a mi madre que lo había copiado de algún sitio. No era cierto. Ahora vuelvo a lanzarme a la piscina, ¡qué guay! La primera entrada de blog para mi página web, ¡qué raro! ¡Y qué fuerte!, ¿no?
Espera un momento, no sé qué poner, no sé qué decir, no tengo claro sobre qué escribir. Muchos temas, mucha info, ¿qué es lo que quiero decir? Y, de hecho, ¿a quién se lo estoy contando? Ya, bueno, es una web de Arteterapia y Danza, algo se me tendrá que ocurrir.
Los duelos, el cuidado, el paso por el cuerpo...interesantes ideas. ¿Qué tal si leo un rato, a ver si me inspiro?
Qué pasada, cuánto sabe la gente, qué fácil esto de abrirse a la abundancia, tejer tus alas con el hilo de la autoestima, abrazar las sombras y regar los vínculos cual plantitas. Tomar conciencia, seguir luchando por un mundo mejor, construir el cambio.
Pero, ¿no os da la sensación de que estamos todas un poquito enfadadas? Qué va, con esa actitud no llegaremos a ningún sitio. Y entonces es cuando miramos para abajo, es hora de meditar un rato o marcarse un yoga online. No vaya a ser que pasen los días y no hayas hecho, al menos, el mínimo esfuerzo. La fórmula perfecta para evitar la procrastinación. No vaya a ser que te pregunten mirándote a los ojos que si estás enfadada y se te salten las lágrimas sin que puedas escaparte.
Un día escuché a alguien decir en un grupo que la procastinación y la autoexigencia iban de la mano. Quizá no es que seas una vaga, igual es que tu cuerpo se bloquea cuando se le asignan un montón de tareas mezcladas como si se le cargara con un saco de bártulos, látigo en mano. Aquella frase me cayó como un jarro de agua fría.
Qué va, yo no me exijo, no soy tan perfeccionista, no sería tan tonta de boicotearme, ¿no? Yo me sé cuidar, estoy en el camino y blablabla. El caso es que me suena de algo esa voz que se empeña en que me empodere, sea una tipa guay, responsable y consciente. Es el tiempo del trabajo personal y colectivo, ahora que tenemos la oportunidad. Pero joder, el caso es que me sigue sonando esa voz, y no me cae del todo bien. ¿No será que es la misma de la que me escapaba cuando me decía cómo debía ser? Cómo debía comportarme y relacionarme. Esa voz que habla de lo que tengo que aspirar a ser, esa que no me está dejando ,simplemente, ser.
Y mierda, nos dimos cuenta todas a la vez de que era la misma voz de siempre. Al final sí que iba a ser la autoexigencia, la dictadora interna.
Ahora sí que la hemos liado, lo hemos visto, lo hemos nombrado. Ya no hay vuelta atrás, todas somos testigos.
Entonces alguien propuso seguir la corriente. Ya que estamos con pinturas en mano, vamos a jugar con esa loca. Pudimos ponerle cara, nombre, incluso historia. También se movió a través de los cuerpos.
¡Espera! ¡Cómo se mueve la tía! Pues sí que tiene fuerza, la verdad es que pisa con mucho poderío, cuánto misterio en su mirada. Qué envidia, ya quisiera yo.
Pues es que esa personajilla autoexigente, poderosa y misteriosa está dentro de mí. Y qué gustito verla, jugármela, poder conocerla sin que sea ella la que me controle a mí. Qué bien poder guardarme el dibujo de su estampa en el cajón para cuando necesite recurrir a ella. También un gran placer compartir esto en grupo, que quede recogido, dejarlo libre un rato sin que pase nada malo. Con el lío que traíamos antes de coger los colores y de escuchar la dichosa frase que nos confrontó.